Acongojados por el síndrome
postvacacional, que amenaza convertirse en postvocacional porque cualquier año
no volvemos, sólo nos recompensa esos detalles entrañables que indican
inequívocamente que has vuelto a casa, que estás en tu patria. El signo
inconfundible, más contundente y quizá menos consciente es el idioma. Según
Unamuno “La sangre del espíritu es mi lengua y mi patria es allí donde resuene
soberano su verbo”.
Cuando la comunidad
de verano la componen 66 familias, con 12 idiomas distintos, el retorno
sorprende por el exiguo bilingüismo de nuestra Euskadi. Ciertamente que dos
lenguas oficiales son infinitamente preferibles al monolingüismo triste de
algunos países, pero resulta de una riqueza humana que llega a añorarse tras
haberla disfrutado la conmutación, según el vecino de turno, entre cuatro o
cinco lenguas, aunque la mayoría poco dominadas y recurriendo en ocasiones al
habla por señas, porque la lengua del afecto está en los ojos y la sonrisa es
el idioma universal de los seres inteligentes.
El lenguaje materno
indudablemente es imprescindible para imprecar con prontitud, soltura y
propiedad, y no existe sonido más dulce que el idioma propio, sobre todo cuando
sorpresivamente se escucha en países extraños y que se agradece cuando proviene
de un forastero que ha sumado su corazón a nuestro lenguaje. Ya nadie sostiene
como Stalin que todas las lenguas naturales deban fundirse en un solo idioma
artificial, ni que sea una muestra de patriotismo chapurrear los idiomas ajenos
al materno como Queiroz, porque el valor del plurilingüismo se impone por
doquier. Conviene conocer varios lenguajes para poder pensar conscientemente en
el propio. Cada idioma es una visión del mundo, y el ropaje del pensamiento,
que se multiplica en perspectiva con las lenguas aprendidas.
¡Gracias,
idiomas del mundo!
Goethe
decía que una persona posee tantas almas como idiomas comprende, y lo cierto es
que el lenguaje es el árbol genealógico de una nación cuya historia se basa más
que en sus gestas en dos legados patrimoniales de civilización a la humanidad:
su arte y su idioma.
Horrexegatik,
eskerrik asko Euskara!
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