Ésta es
una anécdota verídica sucedida recientemente en el Instituto Ibarrekolanda de
Bilbao. Al inicio de la clase de informática, los estudiantes se organizan ante
sus ordenadores. Uno de ellos, de 2º de la ESO, se desubica para comentar algo
con un compañero. La profesora, en medio de su exposición, le reprende con un
mandato improvisado: “¡Fulano, vete a tu… cuarto!”. El alumno, sorprendido,
responde automáticamente, antes de volver a su pupitre: “¡Sí, mamá!”. El grupo
enmudece durante un segundo, antes de la risa colectiva y contagiosa que inicia
la educadora. Los rostros perduran risueños hasta el final de la hora.
El
hogar y el aula son los dos principales entornos donde viven y se educan
nuestra infancia y juventud. Esta accidental transposición quizá demuestre, una
vez más, que los ambientes colegiales y familiares son vasos comunicantes y que
sólo se logrará el éxito escolar mediante una estrecha actuación conjuntada y
planificada por toda la comunidad educativa, compuesta por familias, alumnado y
profesorado.
Según
datos del INCE (Instituto Nacional de Calidad y Evaluación educativas), la
participación de los progenitores en las actividades del centro es alrededor de
un 12%. Sólo un 5% dice desconocer la existencia de las Asociaciones de Madres
y Padres de Alumnos (AMPAs), pero el 35% declara no participar en ellas, el 52%
sólo paga las cuotas y el únicamente 14% afirma participar activamente.
Así
pues, las AMPAs tienen presencia institucional, pero la participación y el
compromiso de los padres son mejorables. Sobre el Consejo Escolar, el 58%
desconoce su funcionamiento e incluso un 40% ni sabe que existe.
El 82%
manifiesta que su relación más directa y participativa con el centro es a
través de la relación directa y personal con el tutor: relación que valoran
como muy efectiva. Por otra parte, la información emitida por los centros
educativos en un 74% la evalúan muy satisfactoria o suficiente, frente a un 26%
que la estima escasa.