Lo malo no es que hayamos descubierto el soborno de dos inmundos
politiqueros, ni que hayan tenido que ser ellos mismos quienes se delatasen, ni
siquiera la repugnante hipocresía que adoptaron con subterfugios alegatorios
sobre la representatividad de los votos entre una nube de periodistas que
proyectaron cuán fácil es venderse a los instigadores, tan obscuros como
presentes. Lo peor tampoco es que se haya tardado tanto en descubrir a estos
desalmados tras sus largas y provechosas, para ellos, carreras en la burocracia
de su partido. Tampoco es lo más inaceptable que el PSOE esté nuevamente en
entredicho, sin depurarse tras las corruptelas de Roldán y otros. Ni siquiera
es lo más indigno que un aGILizado PP se aproveche de la situación y ¡pida
dimisiones… a la oposición! tras la consumada falta de integridad en su
gobierno de responsabilidad catastrófica por tierra, mar y aire. Ni aún que
diga la candidata del PP que en caso de renunciar estos villanos a sus actas,
el PSOE resultaría sospechoso de “haberles pagado más…” (…que ellos, ¿puede
suponerse?).
Lo pésimo es que no se haya descubierto nunca ni una sola trama
de complicidad entre la construcción y la política por estos ministros “pili y
mili” de Justicia e Interior, que se dedican exclusivamente a ver si Atutxa
cambia el tapizado de algunos electos, y también que algunos partidos todavía
estimulen, acojan, paseen y exhiban a traidores, tránsfugas o arrepentidos
políticos. Rectificar es legítimo, y de sabios… equivocados, pero por un mínimo
de ética sería preferible no destacar como paladines del acierto a quienes ya
han aceptado que erraron, una, dos, tres veces,... Pero, como dice la canción,
“Lo malo no es que tú me mientas, lo malo es yo que te creo”.
Como en el célebre chiste del cazador del “me vengo”, resulta muy preocupante
que podamos preguntar cada vez más frecuentemente a determinados políticos lo
mismo que los osos amorosos:
"Admítelo Frank, tú no vienes aquí a cazar,
¿no?...."