que inmolan seres inocentes,
de inmortal alma que porfía,
tras sus ojos resplandecientes.
Apocalípticos jinetes,
de nuevo cabalgan feroces,
los sanguinarios
dirigentes
que a la democracia se imponen,
en cruel sarcasmo sedicente.
Son unos malditos cobardes,
que se escudan en coaliciones
para cubrir su iniquidad.
Ahora moriremos los pobres:
pero alguien sobrevivirá
y no olvidará la hecatombe.