A mis nietos les diré:
“Cuando seáis grandes, sabréis mejor toda la Historia, pero conviene que os la
vaya contando el aitite (abuelo) para que nunca la olvidéis”. Les
relataré cómo se acabó todo. Les trataré de enseñar a mis nietos cuán malvada
era la violencia, cuánto dolor produjo entre nosotros y cuándo logramos
extirparla de nuestras vidas. Yo les explicaré cómo nació ETA, cuando su abuelo estudiaba en el colegio, y cómo se produjeron las dos primeras muertes, matando y muriendo. Yo les describiré lo maravilloso que será vivir sin amenazas, sin chantajes, sin escoltas, sin miedos, sin excusas para abrazar la paz. Les recordaré cómo traté que mis hijos no llegasen a saber que en Euskadi no había paz, cómo debieron enterarse desgraciadamente y cómo luchamos varias
generaciones juntas por la pacificación y por el diálogo desde “Gesto
por la Paz” y desde
Elkarri. Les enseñaré fotos de
algunas de las muchas manifestaciones a las que acudimos, los viejos recortes
de los artículos que escribimos razonando por la paz, llorando las guerras en
tierras lejanas y en nuestra patria. Les enseñaré las viejas postales de
navidad, rezando siempre porque el año nuevo fuese el de la Paz.
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Mis nietos sabrán de primera mano por qué los seres
humanos sólo pueden crecer plenamente en paz, en convivencia, en libertad, en
democracia. Mis nietos aprenderán que sus abuelos padecieron una dictadura y
que sus padres conocieron la violencia terrorista. Mis nietos serán hombres y
mujeres de paz, que nunca se verán obligados a empuñar un arma, como sus
bisabuelos. Mis nietos debatirán con palabras y argumentos, compartidos para
convencer. Mis nietos sabrán escuchar y atender los razonamientos y los
sentimientos de sus adversarios políticos, que nunca serán sus enemigos. Mis
nietos odiarán las guerras, y amarán la paz. Mis nietos nunca tendrán que
contar a sus hijos por qué todavía hay personas que se creen con la atribución
de matar a sus semejantes.
A mis nietos les
confesaré que siendo importante que sepan quiénes fueron sus abuelos, es mucho
más importante saber quiénes serán sus propios nietos. Ellos podrán contarles a
sus descendientes aquella poesía de León Felipe: ¡Qué lástima, que yo no tenga
una casa! ¡Una casa solariega y blasonada, una casa en que, guardara, a más de
otras cosas raras, un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada y el retrato
de un mi abuelo que ganara una batalla! Porque lo mejor será que mis futuros
nietos, que espero que nazcan pronto aunque no veo a mis hijos muy decididos,
creerán que todo esto que tanto nos atormenta hoy, que tanto sangra hoy, son
“cosas del aitite”, “batallitas del abuelito”, porque nacerán en una
Euskadi en paz, en una Euskadi tolerante que arropará a todas sus víctimas y
que, en una convivencia vasca normalizada, reconciliará el pasado con el
futuro. |