En educación, los aspectos de relación
son centrales, incluso en los casos límite con alumnado autista, por ejemplo.
De ellos, hemos aprendido mucho y estas enseñanzas son válidas para todas las
personas que deseen, real y sinceramente comunicarse mejor. Además, conociendo
estas técnicas podremos desenmascarar a quienes las emplean con profusión para
manipularnos, como algunos politiqueros y gacetilleros.
Muchos estudiantes, con o sin autismo, están
condicionados a reaccionar negativamente a un ‘‘NO’’ imperativo (‘‘no hagas
eso’’...). Estas negaciones indican frecuentemente que el hablante está
disgustado o que algo está mal, pero no informan sobre cómo remediar el
problema. Así que recomendamos al profesorado (y a las familias) el uso de
palabras o expresiones negativas con extrema moderación y sólo cuando requieran
obediencia inmediata en casos de emergencia. También es mejor hablar concisa y
ordenadamente. Demasiadas instrucciones y explicaciones crean frustración y
confusión. Es necesario que el profesor señale claramente qué es lo que quiere
que los escolares hagan y por qué. Hay que ser razonable en lo que se pide y la
demanda debe ser tal que los alumnos sean capaces de cumplirlo. Los enunciados
negativos no aportan las indicaciones necesarias para aprender cómo comportarse
de un modo más apropiado y, por el contrario, sugieren que lo negado es
apetecible.
Debe evitarse las instrucciones formuladas de un modo
amenazador o impositivo, porque los oyentes tenderían a ponerse a la defensiva
y les provocaría a hacer justamente lo contrario de lo pedido. Un tono neutro
puede ayudar. Por ejemplo: es mejor indicar: ‘‘Es la hora de estudiar’’, en vez
de ‘‘Tienes que estudiar ahora mismo’’.
En comunicación, las críticas, los reproches, las
amenazas, lo negativo, lo confuso…, sobra. Si nos dicen: «No pienses en un
elefante rosa», ya lo estamos evocando en la imaginación… Queremos y
necesitamos ideas positivas, claras, conciliadoras, específicas…, justamente lo
casi inexistente en la comunicación social y política. Hasta las campañas más
costosas y bienintencionadas caen en este craso error: ‘‘NUNCA MÁIS’’, ‘‘NO a
las DROGAS’’, ‘‘PLAN ANTITABACO’’, ‘‘NO a la VIOLENCIA DOMÉSTICA’’… Forges, al
menos y sólo por sobreabundar, en sus viñetas dice: ‘‘PAZ SÍ, guerra no’’, y el
lema hippie decía ‘‘HAZ EL AMOR, y no la guerra’’. Otros aciertan de pleno como
‘‘Gesto por la PAZ’’.
Las frases negativas son nefastas, porque aparte de
ser cognitivamente más difíciles de interpretar y más si son extensas, declaran
y despliegan una sensación general de inseguridad, desaprobación y hostilidad
(a lo sumo condescendencia) que invade a lo dicho. Fíjense que, aunque
gramaticalmente digan lo mismo, las tres oraciones siguientes trasladan una
impresión muy diferente:
1. ‘‘Estoy contigo’’ (concluyente, enfática y con empatía).
2. ‘‘No discrepo de ti’’ (breve, pero displicente y apática).
3. ‘‘Nunca puedo evitar negar que no esté en desacuerdo con lo contrario que tú
refutas rechazar’’... (pura confusión grouchiana).
Los diccionarios desperdician casi el 10% de su
contenido con palabras con prefijos destructivos como a-, anti-, contra-, dis-,
des-, i-, im-, in-, mal-…, (por ejemplo: a-moral anti-héroe contra-indicado dis-funcional
des-acreditado i-lógico im-paciente in-activo mal-educado), y el habla popular
desaprovecha un porcentaje de comunicación aún mayor con estas inexpresividades
desventuradas y malhadadas (¡lo siento, me he dejado llevar!). La única
expresión pseudo-negativa válida que se me ocurre, es la que aconseja el pez
padre a su pececito: ‘‘Nada, hijo, nada’’. Hasta se ha impuesto un sistema
negativo de votación, con los descartes en los concursos televisivos como
‘‘Gran Hermano’’…, sólo falta que esta fórmula se aplique a la política.
En política, asistimos a la ceremonia de la confusión
desde el poder mediático. Se invierte la simplificación de convertir la doble
negación en afirmación, para pedir en vez de ‘‘PAZ’’ el desalentador ‘‘NO a
ETA’’, ‘‘NO al Nacionalismo Obligatorio’’... No nos merecemos la anacrónica
época de violencia que hemos de vivir con bandas terroristas cuyo único sentido
es la muerte y la coartada de gobernantes como el ‘‘gran dictador’’ que añora
la conquista del Oeste (ahora del mundo) con la política del cowboy bueno
frente al ‘‘eje del mal’’, y sus emuladores como el ‘‘pequeño dictador’’, que
con nostalgia de reconquista nos abruma con más represión, venganza, pudrirse
en las cárceles,… para ocultar esta ‘‘negra navidad’’. Todo ello adobado con la
confusión entre valores e intereses, que siguen siendo el motor de la inacabada
colonización perpetua de la humanidad por una minoría interesada y belicista.
En prensa oímos demasiadas veces desgobierno,
deslegitimización, desinvestigación…, y seguramente asistiremos a la aparición
de otros neologismos: desprograma, despolítica, desoposición… El periodismo ha
perecido de éxito. Su creciente poderío ante la opinión pública, la que vota
bajo su influjo en las democracias, lo había ensalzado hasta un punto en el que
debía comprarse su subordinación. Así parece que ha sido ‘‘el cuarto poder’’,
no ha resistido la embestida del poder último: la prepotencia económica que
necesita controlar el poder político.
Falta veracidad, y pulula el cinismo. No hace falta
leer, impertérrito, que Bush pagará a los periodistas o que se defienda
públicamente la creación de una agencia de desinformación, la Oficina de
Influencia Estratégica (OIE), cuyo supuesto cierre posterior por presiones
quizá sea su primera obra y su inaugural patraña.
Nosotros queremos caminos, soluciones, propuestas de
PAZ y de CONVIVENCIA a las que podamos decir, ‘‘Sí’’. Queremos más periodistas
pacifistas que nos cuenten de Lula. ¡Gracias, presidente Lula, por protagonizar
nuestra diaria noticia política agradable, que demuestra que no es imposible
ser un político de verdad, que construye, que alivia desigualdades, que no
anuncia ni prepara guerras! Lula, tú sí eres grande, cancelas la compra de
juguetes bélicos a los militares y les pides que arreglen carreteras y repartan
comida; visitas las zonas más pobres de tu país, y no te vas a televisiones
italianas en pleno cataclismo ecológico. Sigue así, no desesperes, te esperan
grandes desafíos, pero quizás sea la primera figura histórica de este todavía
triste siglo XXI.
Truco final: Hagamos una prueba durante una semana.
Hablemos sólo cuando lo que tengamos que decir cumplan tres condiciones: Que
sea cierto, necesario y amable. ¡Usemos sólo enunciados positivos y veremos
cómo mejora nuestra vida, y la de los nuestros! Seamos positivos. Aprovechemos
toda oportunidad de felicitar o alentar a alguien. Definámonos por lo que
amamos, por lo que creemos; acumulemos amigos. Olvidemos odios, enemigos… ¡Ah,
y las palabras mágicas! Pero antes, la palabra más usada y la que más nos
fastidia, que es ‘‘NO’’ (se dice que un niño a los 10 años ha escuchado 9
‘‘Nones’’ por cada ‘‘SÍ’’) y la más superflua, ‘‘YO’’ (que indica
egocentrismo). En el ranking de las frases más poderosas, junto a la palabra
que más nos agrada escuchar y que es nuestro nombre propio, están:
NOSOTROS (equipo: grupo + estructura
+ objetivo común)
¡MUCHAS GRACIAS! (amabilidad,
cortesía,...)
¿SERÍAS TAN AMABLE...? (ayuda,
colaboración,...)
¿CUÁL ES TU OPINIÓN?
(interdependencia, altruismo)
¡HABÉIS REALIZADO UN BUEN TRABAJO!
(reconocimiento, generosidad)
¡ADMITO QUE HE COMETIDO UN ERROR!
(perdón, corrección, rectificación)
Esta pirámide de frases, de una a seis palabras, obra
maravillas. Digámoslas como si tal cosa, y veremos los resultados. Con nuestros
padres o con nuestros hijos, con nuestros amigos o con nuestros hermanos…, que
son todos los demás.