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Déjenme que les hable de
la trinidad de los mundos, que son tres y son uno. Existen tres espacios donde
todos habitamos: el mundo Onírico, el mundo Imaginario y el mundo Real (cuyas
iniciales forman el acrónimo OIR). Y hemos de oír ese río de caudal triple: El
mundo de Orfeo, de los sueños dormidos, es un mundo apasionado y egocéntrico:
ahí somos los protagonistas y el resto sólo aparece en lo que nos afecta. El
ficticio mundo despierto de nuestras ilusiones se puede “robinsonear”
que diría Rimbaud, pero en ocasiones nos transformamos en etéreos espectadores.
Y en el mundo real somos intérpretes ineludibles, con un rol pequeño de una
sola frase quizá, pero necesarios asistentes de lo que sucede a nuestro
alrededor.
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Estos
tres universos de los sueños, de las ilusiones y de las realidades son fáciles
de diferenciar por su naturaleza, pero también por dos métodos infalibles: el
grado de concreción y el sonido envolvente. Cuando soñamos dormidos, aunque
vivamos el sueño intensa, corpórea y dramáticamente, el contexto aparece
desvanecido y en silencio; hasta las conversaciones parecen producirse por vía
telepática. En las fantasías cuando estamos despiertos comienzan a aparecer los
detalles y quizá algunas voces. La realidad, finalmente, está plagada de
minúsculos matices y de infinitos ecos sonoros. Los sones y los pormenores son
lo más definitorio de la vida auténtica, cavilo a la orilla de la desembocadura
del Nerbión-Ibaizabal, donde por triplicado sueño, pienso y vivo para que en
cada marea también la ría ría con su runrún y sus trazadas ondas marinas. |
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Quizá
sólo seamos un milagro químico que anhela trascendencia, creyéndonos dioses
cuando soñamos y sintiéndonos niños cuando actuamos. Dicen “la juventud vive y
ama, y la vejez duerme, sueña y piensa”, pero todos los vivos administramos
sueños, ilusiones y realidades. Es desatinado empeño querer no soñar, no
imaginar o no vivir. Seguramente nada nos pertenece en propiedad más que
nuestras propias quimeras, pero no son nuestra única vida. El sueño acuna, pero
la realidad despierta: Cultivemos los sueños, pero despertemos a la realidad.
Somos lazarillos de nuestros sueños cuando soñamos cosas que nunca fueron, y
nos preguntamos: ¿Por qué no? Pongámonos a trabajar para cumplir nuestras
utopías soñadas conjuntamente. Recordemos con Lamartine la superioridad de la
realidad: El hombre, en sus más bellos ensueños, jamás ha podido descubrir nada
mejor que la Naturaleza. Porque la vida es sueño, ruego, juego, vuelo y luego
fuego, duelo, hueso, suelo y… ruedo.
Mikel
Agirregabiria Agirre. Getxo (Bizkaia) |
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Artículo original (21-11-2003). También publicado en
IblNews (21-11-2003), Sr. Director (21-11-2003), Carta-Traca nº 20 (Sección propia en Galicia Información 21-11-2003), PP Nunca Más (21-11-2003), El
Torrenti (22-11-2003), Semanal Digital (23-11-2003), CyberEuskadi (Columna diaria, 24-11-2003), Noticias de Salamanca (27-11-2003), Vistazo a la Prensa (30-11-2003), Ávila Digital (9-12-2003),...
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