Vivo
y disfruto de un municipio turístico como es
Getxo, en el País Vasco muy cerca de
Bilbao. Un creciente turismo de calidad lo visita con intereses culturales por
sus monumentos reconocidos y su variada arquitectura distribuida en un
privilegiado urbanismo costero. El referente turístico principal es el
Puente Colgante de Bizkaia, el
primer Puente Transbordador del mundo y de gran
similitud constructiva con
la Torre Eiffel, debido a la amistad personal entre sus constructores -Eiffel
y Palacio-, a la que iguala en grandiosidad y supera en utilidad cotidiana.
Los turistas deambulan por los alrededores del
Puente Colgante,
sin apreciar un monumento aún más admirable pero menos espectacular porque no
se erige sobre las aguas de la ría Ibaizabal (o Nervión), sino que
aparentemente apenas sirve de pavimento para paseo de viandantes. Se trata del
Muelle de Churruca, que venció la temible barra de arena de posición variable
que hacía imposible la navegación en épocas de temporal, y llegó a paralizar
toda la floreciente industria de Bizkaia en 1875. Evaristo Churruca tras
estudiar detenidamente a base de continuas mediciones de vientos, mareas,
corrientes y aluviones del río, inició la obra del muelle de hierro en 1881. Se
trataba de prolongar el muelle con 800 metros y una ligera curvatura hacia el
norte para favorecer la tendencia natural de la corriente y ayudar a ésta a
abrir un cauce suficiente en la barra. Así logró un cauce profundo que permitió la entrada de barcos de 25 pies de calado (hasta entonces encallaban los de 13 pies), con lo que pudieron llegar hasta el mismo Bilbao buques de 300 pies de eslora y 20 pies de calado. Además conjuró el peligro histórico de las
inundaciones producidas frecuentemente en la Villa bilbaína. Al triplicarse el
tonelaje medio de los barcos, los fletes se redujeron, y el tonelaje de
importación y exportación se cuadruplicó. Esta gigantesca
obra apenas denota el esfuerzo constructivo
porque mayoritariamente queda sumergida. A pesar de sus enormes dimensiones,
añade a la belleza de un paisaje natural marítimo hasta entonces intacto la
contribución de una ingeniería respetuosa que, en términos modernos, podría
calificarse de integradora y minimalista. Representa la iniciativa y dinamismo
de la sociedad civil vasca de su época. Recientemente el Ayuntamiento de Getxo
ha embellecido toda la jardinería y mobiliario urbano de este Muelle, y sólo
cabe añadir algún panel informativo junto al elegante conjunto escultórico
dedicado al ingeniero Churruca, construido por M. G. de Salazar en 1939 y donde se representa alegóricamente la lucha de titanes entre la tierra y el mar.
Ahora que
Getxo
quiere comprometerse como la “Ciudad
de la Convivencia”,
el conjunto monumental y el propio muelle recuerda a los “monumentos
invisibles” del escultor alemán Jochen Gerz, que se erigieron por encargo de
poblaciones víctimas de las guerras y en los que “no hay nada para ver”,
representando la culminación de la desgarradura imaginaria característica de la obra de arte moderna, y que podría rememorar en el futuro el padecimiento
vivido en Euskadi por causa de la violencia. Todo ello podría ser auspiciado
por la UNESCO como un proyecto de los denominados
"Polos de la Paz",
que envían un mensaje de paz a la humanidad educando en un espíritu de paz y
armonía.
Las personas también somos como los monumentos.
Se ve más y mejor a quienes se alzan sobre altos pedestales y son visibles
desde la distancia. Pero seguramente las mejores espíritus corresponden a las
personas tumbadas y yacentes, quizá enfermas o convalecientes pero nunca
derrotadas, porque la utilidad y el valor de un alma no se determina por la
posición de su cuerpo.
Mikel Agirregabiria Agirre. Getxo (Bizkaia)
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Artículo original.
También publicado en Sr. Director (17-9-2003), Semanal Digital (18-9-2003), Ávila Digital (19-9-2003), Noticias de Salamanca (2-11-2003), CyberEuskadi (Columna diaria, 24-12-2003),...
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