El más célebre error de
la historia científica nos revela la fórmula de la convivencia humana.
El descubrimiento del
fuego se produjo hace 400.000 años. Anteriormente, desde hace 7 millones de
años, los homínidos recurrieron únicamente a la caza como fuente de energía
vital. Desde sus orígenes, la humanidad se preguntó por la
naturaleza del fuego. En el siglo V antes de Jesucristo, Empédocles sugirió la
existencia de cuatro elementos (fuego, tierra, aire y agua), como constituyentes
-en proporciones variables- de toda materia. Esta visión, perpetuada por
Aristóteles durante siglos, incorporó el concepto de “fuego” como una propiedad
contenida en algunas sustancias.
En 1702, Stahl desarrolló la “teoría del flogisto” para explicar la combustión. El “flogisto o principio inflamable”, descendiente directo del "azufre" de los alquimistas y más remoto del elemento "fuego", era una esencia oculta que formaba parte de los combustibles. Cuanto más flogisto tuviese un cuerpo, mejor combustible era. Al encender un combustible, su flogisto pasaba al aire que se flogistizaba. Si se agotaba
el flogisto, las cenizas no podían continuar ardiendo. Si el aire se saturaba
de flogisto, también se impedía la combustión.
El avance
en el estudio de los
gases y de la conservación de la masa en las reacciones obligó a desechar esta
errónea hipótesis. Al medir el peso de reactivos y productos de una combustión,
se comprobó
que -en muchos casos- la cal quemada de un metal pesaba más, lo que obligaría a
que el flogisto tuviese una masa negativa.
Lavoisier, el mayor
químico de todos los tiempos, descubrió que el “aire desflogistizado”, que “deseaba flogistizarse” era realmente un gas existente en la atmósfera: el oxígeno. Sólo
en presencia de dos componentes, combustible y comburente, se producía la
combustión. La ciencia hubo de esperar 23 siglos para averiguar que sólo la participación simultánea de dos elementos producía el fenómeno de la
combustión, desarraigando la creencia simplista de que toda la potencialidad
del fuego residía en un solo componente, como el imaginario “fluido calórico”
que se trasvasaba de un cuerpo caliente a uno frío.
La falacia del flogisto
nos muestra que en numerosas áreas de la vida, lo más definitorio es la
interrelación de entes distintos. Desde la vitalidad de un ser unicelular, cuya
membrana más que protegerle le comunica con el exterior, o
desde
la grandeza del amor humano, es fácil comprender que el secreto de la existencia
está en la suma de elementos complementarios. Las relaciones humanas,
familiares, sociales, profesionales o políticas deberían regirse por esa pizca
del sentido común que subyace en frases mágicas como “te quiero”, o al menos de
“tal vez tengas razón”. Sólo los “demás” dan sentido al “nosotros”; el “yo” no
existe sin el “tú”.
En las ciencias políticas
estemos aún en un estadio muy primitivo de interpretación y comprensión de las
leyes que rigen su dinámica. Nunca se escucha entre políticos adversarios el
“quizá tú también tengas parte de razón”. Todavía persiste la simpleza de
considerar que un solo partido político posee la “piedra filosofal” que puede
transformar un mundo de plomo en una áurea utopía. Aplicando un ápice del
“método científico”, obtendríamos auténticos progresos en la práctica política
que requiere nuestra civilización, en la que el progreso tecnológico nos ha
permitido ser capaces de destruirnos concienzuda y planetariamente, pero aún no
de gobernarnos pacífica y solidariamente.
Señores de la Política:
“El flogisto no existe. La verdad política absoluta no existe. Pero sí existe
la capacidad de producir un cálido hogar de luz cuando se pactan y combinan
ideas y proyectos suplementarios, que nada aportan por separado. A ver cuándo
surge la chispa del entendimiento y descubrimos el modo de salir del
paleolítico inferior donde se encuentra la política actual, cuando parece que
sólo cabe la caza para sobrevivir. Aprendamos que los otros son… nuestro
oxígeno”.
Publicado en Periodismo Católico (Colaboración frecuente, 9-6-2004), Gaur Egun (27-5-2004), CyberEuskadi (Columna diaria, 27-5-2004),
Kaos en la
Red (27-5-2004, comentarios), El Debate (IblNews, 27-5-2003, interesantes comentarios),
Foro
Republicano (27-5-2004), Sr. Director (27-5-2004), Vistazo a la Prensa (27-5-2004), Portal Miami (27-5-2004),
Vorem ('Veremos' en valenciano,
27-5-2004), Foros EITB (27-5-2004), Uribe
Kosta Digitala (Colaboración diaria, 27-5-2004),
Revista Pangea
(Colaboración continuada, 27-5-2004), Carta-Traca nº 104 (Sección propia en Galicia Información 28-5-2004),
Estrella
Digital (28-5-2004), Revista Hasten + Cultura (29-5-2004), La Prensa
Libre (Principal periódico de Costa Rica, 31-5-2004), Ávila Digital (22-6-2004),...
Entre la correspondencia recibida destaca un e-mail de
Archer, con la siguiente nota, que recogemos porque sintetiza otros
comentarios:
"Sigo tus artículos periódicamente, y no he
podido evitar escribir por un error de este último artículo, donde pone "desde
hace 7 millones de años, los homínidos recurrieron únicamente a la caza como
fuente de energía vital". Resulta que me gusta leer sobre paleontología, y ese
es un tema bastante conocido. La idea de los "monos asesinos" partió de un
paleontólogo, Raymond Dart, en la primera mitad del XX, pero hoy día está
totalmente abandonada. La hipótesis generalizada es que los primeros homínidos
(australopitecos) subsistían por la recolección de frutos y vegetales, carroñeo,
y quizá caza ocasional de invertebrados o vertebrados pequeños, pero de ningún
modo caza sistemática ni utilización de armas. La utilización de instrumentos
de piedra no comenzó hasta hace 2,5 millones de años (con el Homo habilis) y la
caza es posterior, probablemente con el Homo ergaster (1,8 m.a.). Dart basaba
su tesis en el hallazgo de fósiles de herbívoros y de australopitecos en
cuevas, explicándolo como que los homínidos habían cazado a los herbívoros. Hoy
se sabe que las cuevas eran cubiles de carnívoros como (los antepasados de)
lobos, etc, y los homínidos estaban allí por la misma razón que los hervíboros: habían sido cazados y devorados por los carnívoros.
Un saludo. Archer"
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