La plaga del terrorismo
doméstico puede remediarse
L a alarma
social que provoca la violencia de género está sobradamente justificada, con
noticias diarias de mujeres asesinadas por sus parejas masculinas, con casos
crecientemente preocupantes por la juventud de sus protagonistas, como el del
muchacho de 18 años asesinando a su novia de 15 y suicidándose después, o el de
la chica de 14 años violada y asesinada por un compañero de clase de su misma
edad. La psicopatología de considerar a la mujer como una propiedad del varón
parece que, por su alta frecuencia, podría ser considerado como “usual”, como
la obra
titulada “Mi
marido me pega lo normal”.
La trágica
realidad es inaceptable: Más del 1,1 % de las mujeres del Estado español es
maltratada por su marido o compañero, y cuatro de cada cinco
asesinadas lo fueron a manos de su pareja, novio, amante o ex de cualquiera de
estas categorías.
El INE (Instituto Nacional de Estadística) incluye la violencia de género entre
las principales causas de muerte en los últimos años y el barómetro del CIS
(Centro de
Investigaciones Sociológicas) sitúa este problema entre los más acuciantes
Esta
epidemia está profundamente enraizada en todo el planeta y en todo tipo de
sociedades, hasta en las más ‘avanzadas’ supuestamente. Los escasos datos que
se conocen, sesgados a falta de un estudio mundial, son estremecedores: El
Informe del Consejo de Europa de 2002 indica que la violencia
doméstica en los hogares europeos es la principal causa de muerte o invalidez
en el grupo de mujeres entre 16 y 44 años, por
delante del cáncer o los accidentes de tráfico.
Los países
escandinavos figuran a la cabeza de Europa occidental en asesinatos de mujeres
cometidos por su pareja o su ex compañero, por lo que el mito
de la latitud debe ser revisado. De acuerdo con los datos de los archivos
policiales o judiciales del año 2000, en peor situación está Rumania con una
cifra de 12,62 asesinadas por cada millón de mujeres, seguida de Finlandia
(8,65), Noruega (6,58), Luxemburgo (5,56), Dinamarca (5,42), Suecia (4,59),
Reino Unido (4,36), Alemania (3,58), España (2,44), Irlanda (2,01), Holanda
(1,83) y Polonia (1,85). Destaca únicamente Islandia, que no contabiliza
ninguna muerte por violencia de género.
En otros
continentes de cultura occidental y estadísticas fiables
la situación es parecida. Por ejemplo en
Australia
este “contador de la vergüenza” arroja 8,15 muertas por millón de mujeres. En
EE.UU.
(con un índice de
8,7),
las visitas a urgencias por lesiones causadas por malos tratos superan el
millón al año, más que los accidentes de coche, atracos y violaciones juntos.
Más de 1.500 mujeres norteamericanas son asesinadas, cada año, por quienes
juraron amarlas. Esta aberración sexista afecta a todas las clases sociales.
Incluso el “mundo de los famosos” nutre las hemerotecas con casos de pésima
repercusión internacional: La muerte de la actriz Marie Trintignat, o los malos
tratos conyugales recibidos por personajes como Marilyn Monroe, Katharine
Hepburn, Doris Day, Madonna, Halle Berry, Farrah Fawcett o Tina Turner, a manos
de sus parejas también de renombre, demuestra que la pandemia no conoce
fronteras.
En el resto
del mundo la situación es aún peor. En Rusia son asesinadas diariamente 35
mujeres por sus parejas, lo que equivale a 13.000 mujeres muertas al año, cifra
exorbitante si se compara –por ejemplo y salvando las diferencias- con los
14.000 rusos que murieron en los diez años de ocupación de Afganistán. No
existen datos fiables de países tercermundistas, donde todos los indicadores
prueban la espeluznante magnitud del drama.
Existe
violencia contra las mujeres en todo el mundo porque en todas las culturas, en
todas ellas, hay un componente
patriarcal de base. La mujer ocupa aún un papel secundario y la violencia es
utilizada para producir o mantener esa desigualdad histórica. La alta tasa de
maltrato de género en los países nórdicos, los menos machistas, parece
responder a una reacción violenta por parte de los varones ante los espacios
que están conquistando las mujeres en la sociedad. ¿Cómo explicar que en
Finlandia el 22% de los hombres utilice la violencia contra sus compañeras y el
50% de los separados o divorciados acose y maltrate a su ex?
Se suele
confundir el término de violencia doméstica con el de violencia de género. En
el Estado español coexisten bajísimos niveles de violencia contra menores con
una alta tasa de violencia varón-mujer, estimándose que durante su vida fértil
una de cada veinte mujeres se va a ver obligada a denunciar a su compañero
íntimo por malos tratos. Ello certifica que se trata de dos fenómenos
distintos, aunque puedan compartir causa en determinados casos, pero que
requieren enfoques distintos para un adecuado abordaje de ambos problemas por
separado. Centrándonos, en este análisis, en la violencia de género,
consideramos que son tres los bloques de soluciones que podrían aliviar el
problema.
Medidas
judiciales.
Ningún problema social se ha solucionado jamás a golpes de Código
Penal, sin abordar otros abanicos de soluciones que atajen la raíz del
problema. Por tanto no se trata de seguir endureciendo las penas ad
infinitum y reforzando de paso la interpretación meramente individual de la
cuestión como suma de casos aislados patológicos, porque eso es lo que hemos
hecho hasta ahora y hay que reconocer que el problema no mejora.
Existen
otros mecanismos legales de eficacia probada, como la agilización de los
procesos de divorcio o la extensión de un procedimiento rápido de expulsión del
domicilio familiar del cónyuge violento por un período provisional
inicialmente, así como otras fórmulas de protección de las víctimas, con
vigilancia preventiva para la agredida y órdenes de alejamiento para el
agresor.
Medidas
educativas.
Queda aún
mucho camino por recorrer en la perspectiva de una auténtica coeducación de
niños y niñas. Fueron muchas las generaciones que se formaron con aquella Ley
de Educación Primaria de 1945, que dictaba que "La educación primaria femenina
preparará especialmente para la vida del hogar, artesanía e industrias
domésticas." Hoy en día, todavía son patentes, en muchas facetas escolares,
rasgos sexistas que siguen transmitiendo un modelo machista. Desarraigar los
roles sexistas y educar en la convivencia a la infancia y juventud, requiere
actuaciones múltiples en todos los elementos presentes en la comunidad escolar,
desde los recursos didácticos hasta la composición de los claustros académicos,
desde una escrupulosa política de género hasta los modelos y ejemplificaciones
que se importan de la realidad social y que deben ser analizados, debatidos y
combativos por el sistema educativo.
Tres
son las áreas básicas de incorporación curricular coeducativa, en pro de una
sociedad igualitaria: 1) Convivencia de género, para el conocimiento del
funcionamiento de las relaciones interpersonales, para contribuir a conocer lo
que debe ser una equilibrada relación de pareja. 2) Corresponsabilidad en la
vida doméstica y familiar, a fin de que chicas y chicos desarrollen por igual
actitudes y habilidades, que contribuyan a un auténtico reparto de tareas en el
hogar, tanto en su etapa estudiantil como en su futura vida adulta. 3) Ética
del cuidado que forma parte constante de la vida cotidiana: cuidado de la casa,
del entorno, de los pequeños y de los mayores, de personas dependientes,….
Estas labores deben quedar asociadas
a ambos sexos, para que nadie renuncie definitivamente a sus propios proyectos
personales y profesionales.
La adopción
de una acertada política educativa de género, implica un sinfín de actuaciones
desde las tempranas actividades lúdicas
de socialización, siguiendo con el uso gramatical exacto y llegando a
los sistemas de orientación escolar y profesional, a fin de corregir las
desafortunadas consecuencias del desequilibrio en las opciones de carrera del
estudiantado, en función de su sexo, tanto en FP como en la universidad.
Medidas
sociales.
Corresponde
al conjunto de la sociedad, desde
sus múltiples mecanismos de interacción,
combatir radicalmente esta lacra social. Ello exige a toda la ciudadanía el
repudio sin paliativos y la condena explícita de cualquier indicio o asomo de
maltrato social, entre nuestros convecinos o amigos, en cualquiera de sus
manifestaciones física, psíquica, verbal,... Algún día, todas y todos podremos
suscribir aquel dicho de Mark Twain, en el que hemos permutado a sus
protagonistas para evitar el sesgo sexista propio de cualquier cita anterior al
siglo XXI: “Para
Eva,
el paraíso era donde
estaba
Adán”.
Publicado en Les Penelopes (Web feminista trilingüe, Junio 2004,
versión adaptada), Estrella
Digital (18-5-2004),
E-Galicia Diario
(17-5-2004),
CyberEuskadi (Columna diaria, 17-5-2004),
Kaos en la
Red (17-5-2004), El Debate (IblNews, 16-5-2003,
comentarios),
Foro
Republicano (17-5-2004),
Sr. Director (17-5-2004), Vistazo a la Prensa (17-5-2004), Portal Miami (17-5-2004),
Foros EITB (17-5-2004,
comentario), Uribe
Kosta Digitala (Colaboración diaria, 18-5-2004),
Revista Pangea
(17-5-2004),
Vorem ('Veremos' en valenciano,
14-5-2004), Gaur Egun (18-5-2004), Carta-Traca nº 98 (Sección propia en Galicia Información 18-5-2004),
Ecología Social
(18-5-2004, comentario de Vicente Oltra),
Nunca Más
(18-5-2004), Ávila Digital (21-5-2004), Cabichui.Org (21-6-2004, Información Alternativa de Paraguay),...
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Desdichados divorciados (15-8-2003). |