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Seamos conscientes de la
nuestra influencia sobre las personas con quienes nos cruzamos en la vida.
Mientras
desayunaba, he leído el sugestivo mensaje publicitario del frasco de miel:
“Para traerle a usted esta miel, las abejas han recogido el néctar de cinco
millones de flores y han volado 240.000 Km., lo que equivale a dar seis veces
la vuelta al mundo”. Me quedo un rato pensativo: Una abeja obrera vuela a 20 Km/h
revoloteando sus alas 11.400 veces por segundo, consume una energía que le hace perder la tercera parte de su peso, realiza unas 15 excursiones al día
visitando en cada una más de 100 flores, y a lo largo de toda su vida - menor
de 2 meses- produce solamente la décima parte de una cucharada de miel. De
repente, la tostada con
melaza de brezo de mi amigo Antxon parece que nos invita a una reflexión.
Pocas veces somos conscientes de toda la
historia de un objeto, o de todo el pasado de cada persona con la que nos
cruzamos. Ante una pirámide o una catedral sí percibimos la voluntad de tantas
vidas y de tantas generaciones, pero el esfuerzo acumulado de quienes conviven
con nosotros pasa más desapercibido. El médico que nos atiende o la profesora
que nos enseña han debido recorrer un largo camino de preparación y experiencia
para orientarnos acertadamente con un atinado consejo.
Cada uno de nosotros recibe constantemente
el influjo de cientos de otros seres humanos, vivos o muertos. Nuestras
decisiones nos han construido como somos, pero también y en gran medida nos han forjado nuestros progenitores, nuestros familiares, nuestros maestros, nuestros vecinos, nuestros
amigos, nuestras lecturas, a veces escritas por autores de hace muchos siglos…
Advirtamos el poderoso efecto de nuestras
actitudes y de cada uno de nuestros actos cotidianos sobre otras pe rsonas
en el futuro inmediato, medio o remoto. En nuestras vidas insignificantes
poseemos más trascendencia de la que
suponemos. Nosotros no perduraremos, pero sí nuestros hijos y los frutos de
nuestras obras. Hagamos el bien, diez
o cien veces al día, sembremos una mies de miel sin hiel, como esa fiel piel de
un ser querido que nos da la mano
para caminar juntos hacia la eternidad. Porque cada miel y cada piel contienen una
larga historia detrás de su dulzura.
Publicado en
Autores
Católicos (Frecuente colaboración, 28-6-2004),
El Confidencial
Digital (30-6-2004),
Estrella Digital (Insistente
aparicion, 30-6-2004),
Gaur Egun (26-6-2004),
CyberEuskadi (Columna diaria,
28-6-2004),
Kaos en la
Red (28-6-2004, comentario),
El Debate (IblNews,
28-6-2004, comentarios
numerosos),
Foro
Republicano (Colaboración continuada, 28-6-2004),
Sr. Director (Colaboración continua, 28-6-2004), Vistazo a la Prensa (28-6-2004), Portal Miami (28-6-2004), Vorem ('Veremos' en valenciano,
colaboración continuada 28-6-2004),
Foros EITB (Colaboración
regular, 29-6-2004), Uribe Kosta Digitala (Colaboración diaria, 28-6-2004), Revista Pangea (Colaborador asiduo, 28-6-2004), Carta-Traca nº 120 (Sección propia en Galicia Información 29-6-2004), Página Digital (Argentina, frecuente colaboración, 29-6-2004), El Torrenti (Renovada colaboración diaria, 28-6-2004), Periodismo Católico (8-7-2004),...
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