 Lo
natural es
amar
Mikel
Agirregabiria Agirre
La
naturaleza tiende al caos, pero la humanidad busca el bien
Cuando se ha tenido la
dicha de haber nacido en una familia donde los padres se han amado hasta la
muerte, donde los hermanos han crecido juntos, donde los abuelos, tíos y primos
han compartido grandemente nuestra infancia, lo natural es desear construir un
hogar y una familia semejantes, con amor eterno a la pareja y con hijos a
quienes legar ese sentido de la vida y la identidad de apoyarse en una gran
parentela.
Cuando
se ha gozado el privilegio de ser educado en el cariño a los libros, al estudio
y al esfuerzo para progresar en la vida, poco importan las penurias y la
escasez económica. Cuando se ha podido apreciar el cariño y la entrega de
algunos grandes docentes en la escuela, que transmiten con convicción el amor
al conocimiento y con tenacidad el descubrimiento paulatino de la sabiduría, lo
natural es engancharse al mejor y único camino de rescate que siempre fue y
será la educación.
Cuando
se reconoce en nuestros mayores el amor profundo a las lenguas propias y a las
culturas de nuestros antepasados, a sus costumbres y tradiciones, a sus
valores, anhelos y creencias, lo natural es abrazar su defensa, su cultivo, su
aprendizaje y su enseñanza, su propagación y su reconocimiento universal.
Cuando
se ha vivido en una ciudad, en una región, en una nación, donde se ha sido
feliz en numerosas ocasiones, donde se han descubierto en alguna medida todas
las satisfacciones que el amor puede proporcionar en la vida, lo natural es que
se queden grabadas en el corazón para siempre, sobre todo aquellos paisajes y
paisanajes donde transcurrieron la infancia y la juventud que marcaron
decisivamente nuestro destino.
Cuando
se comprende cuánto se ha recibido de la familia, de los amigos, de la sociedad
en se nació, lo natural es agradecer y corresponder aportando todo el esfuerzo
y trabajo al bienestar de los nuestros, los familiares, las amistades, los
vecinos, los hermanos que son el resto de la humanidad.
Cuando
se percibe el admirable milagro de la vida, cuando uno se asombra de la belleza
y bondad que esconde la existencia, a veces y por desgracia ocultamente, lo
natural es vislumbrar un espíritu sobrenatural, una esencia divina que todo lo
creó, un Dios que todo lo hizo bien, incluso el regalarnos el mayor de los
dones: la libertad personal, la prerrogativa de escoger el bien sobre el mal,
el libre albedrío de amar u odiar, de querer o aborrecer, de construir o
destruir, de ayudar o perjudicar.
¡Qué
caro regalo fue la libertad! Provocó el artificioso odio y la concienzuda
maldad, porque la grandeza de nuestro destino sólo había de conquistarse desde
la soberana voluntad propia. Sólo así se alcanza la altura a la que está
predestinado el sagrado ser humano: la vocación suprema de descubrir el amor y
apostar por la vida. Mahatma Gandhi nos enseñó “Allí donde hay amor, hay vida”,
y el evangelio de Lucas aún lo expresó más sintéticamente: “Ama y vivirás”.
Nuestro sino grabado en el alma es amar y quienes tenemos una misión hemos de
cumplirla.
Publicado en La PRENSA LIBRE (San José de COSTA RICA, 17-3-2004), Carta-Traca nº 60 (Sección propia en Galicia Información 7-3-2004),
Autores Católicos (7-3-2004), Kaos en la Red (7-3-2004), CyberEuskadi (Columna diaria, 7-3-2004), El Debate (IblNews, 7-3-2004), Portal Miami (7-3-2004), Vistazo a la Prensa
(7-3-2004), Vorem (7-3-2004), Sr. Director (8-3-2004), Empresa Familiar (Mayo 2004, versión PDF), Ávila Digital (27-5-2004),...
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