He pasado toda mi vida
estudiando. He transitado por múltiples colegios, escuelas y facultades de
distintas ciudades. Tengo diplomas en Ciencias y en Letras. Cuando acabé mi
primera licenciatura en Física, comencé a trabajar como profesor de maestros,
pero seguí estudiando Ingeniería, cursos de doctorado, postgrados y masters
en Museología, pedagogía, tres oposiciones y finalmente, con treinta años,
abandoné todos esos estudios académicos y profesionales, y me concentré en mi
última singladura con la carrera más difícil. Ahora, tras 21 años de complejos
estudios, estoy en mi último curso y el próximo junio espero graduarme en
paternidad.
El
currículum de paternidad es el más difícil del mundo, si exceptuamos el de
maternidad que es, desde la matrícula, incomparablemente más… embarazoso. Ambos
planes de estudio contienen innumerables asignaturas que abarcan desde la
pediatría y nutrición, hasta pedagogía desde la cuna a la temible adolescencia,
pasando por todas las materias escolares desde infantil, primaria y secundaria.
La teoría no es lo peor; las prácticas resultan insufribles, con horarios
diurnos y nocturnos en un calendario que abarca todos los días de muchos años.
No se pueden cometer errores graves de ningún tipo, por lo que estos estudios
son tan absorbentes que toda la vida debe girar de acuerdo a su programa.
Esta
carrera sólo tiene dos ventajas, una falsa y otra verdadera. La primera
consiste en que no se exige selectividad ni prueba de acceso, lo que se puede
transmutar en un serio perjuicio porque en ocasiones inician estos estudios
personas incapaces de terminar con éxito, y algunos de ellos llegan a abandonar
pronto o tarde con graves consecuencias para todos. La verdadera ganga es que
se puede estudiar y examinarse en grupo: normalmente en pareja con apoyo de
familiares, especialmente de los insustituibles abuelos y abuelas. El intento
de culminar tan espinosa carrera en solitario es heroico, aunque se conocen
casos muy admirables.
Un
inconveniente que agrava y complica la realización de estos estudios, sin
mencionar lo costoso económicamente que resulta porque no hay becas en esta
“universidad del hogar”, es que frecuentemente se combinan varios planes de
estudio secuenciados, pero casi simultáneamente. La diplomatura sólo se
consigue cuando apruebas el más reciente de los “programas”, es decir cuando el
hijo menor cumple 18 años. Entonces todavía queda, hasta alcanzar la
licenciatura, que se independicen, casen o, de alguna forma, se vayan de casa
todos ellos. Esto puede significar otros 10 o 20 años adicionales. El
doctorado, quienes llegan vivos para lograrlo, se produce cuando te dan el
título de aitite (abuelo), y el cum laude cuando puedes sacarlos
a pasear a tus nietos y nietas, y exhibir ante ellos y ante la sociedad toda tu
sapiencia. La paternidad, como cualquier otra clase de estudios que requieren
algunos sacrificios, resulta sumamente gratificante. Es la carrera más costosa,
pero también la más correspondida. ¡Anímate si estás a tiempo y todavía no te
has atrevido!
Mikel Agirregabiria Agirre. Getxo (Bizkaia)