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No importa el motivo, si sirve para concentrar el esfuerzo en tareas constructivas de interés general, que mejoren la vida de quienes vemos ese punto rojizo, visible en los anocheceres despejados, que ha inspirado a la Humanidad desde el principio de las civilizaciones. Junto con el otro planeta fraterno, Venus, ha sido atribuido a sus imaginarios habitantes el carácter bipolar de los seres humanos: hombres marcianos y mujeres venusianas. Un esquema simple de la Historia de la Humanidad, siempre oscilante entre la guerra y el amor. La conquista de Marte indudablemente ofrecerá beneficios científicos y tecnológicos, favorecerá la cooperación internacional y despertará nuevos retos estimulantes para las generaciones más jóvenes. Tampoco será especialmente costosa, sino una gran y rentable inversión si se financia con parte de los inútiles e inconmensurables presupuestos militares. Porque nunca hemos de olvidar que todavía hoy convivimos en un segundo planeta rojo, el de la guerra real, que sigue tiñéndose de sangre humana en todos sus continentes. El desafío técnico del espacio debe venir precedido y acompañado de una mejora ética de las personas, que habitamos como única tripulación este precario navío espacial llamado Tierra. Ojalá muy pronto que la Educación, la Cultura y la Política hagan realidad que una hipotética sonda extraterrestre, que aterrizase en nuestro planeta, no pudiese localizar en todas sus tierras y mares una sola gota vertida de ese funesto líquido encarnado denominado sangre, que tan profusa y cruelmente seguimos derramando. |