Futurología sobre antiguos vaticinios de hace 40 años
Los
pronósticos fallados abundan desde que se inició la prospectiva como
arte-ciencia. Son recordados con sarcasmo algunos errores gruesos en las
previsiones pioneras, tales como el cálculo de cuándo el estiércol de las
caballerías alcanzaría una altura equivalente al primer piso en Manhattan, o la
bendición que supondría la invención del automóvil en 1900 para la seguridad de
las vías públicas, pues “liberaría a la sociedad de jinetes borrachos y
caballos desbocados”. Incluso en 1914 al aprobarse la ley de impuestos
sobre ingresos en los Estados Unidos, un cronista comentó que “los
contribuyentes por este concepto constituyen un selecto círculo privilegiado,
al que nunca podrá aspirar la simple ciudadanía”.
Releo hoy un viejo artículo
de hace 40 años que ilustraba cómo sería el mundo en 2004. Este mismo escrito
lo leí con 10 años y entonces creí que viviría para contemplar aquel
maravilloso futuro… que todavía no ha llegado, ni de lejos. Los autores
consultaron a los mejores especialistas mundiales de 1964 para avanzar las
características y desafíos que muy probablemente tendría la vida en el presente
año 2004. Se pronosticaba que si continuase la tendencia a reducir la jornada
de trabajo, la mayoría de los “obreros” disfrutaría de una semana laboral de
veintiocho horas y un "fin de semana" de tres días, porque las “máquinas”
permitirían mantener la productividad. La mitad de la energía sería
probablemente atómica y algunos investigadores científicos conjeturaban que
para ahora se habría dominado la inagotable fusión termonuclear, definida como
fuerza superplutónica de la “Bomba H”.
Se suponía que hoy día, la
tecnología permitiría construir rápidos vehículos de transporte, como trenes
levitando sin fricción, aviones combinados de despegue vertical desde pequeños
aeropuertos municipales y pasando a vuelo horizontal para efectuar viajes de
corto o largo recorrido. Los aviones de propulsión a chorro serían de triple
velocidad sónica, cruzando el Atlántico en una hora. Los camiones deberían ser
piezas de museo, pues las cargas se moverían por tuberías neumáticas con
dispositivos electrónicos para trasladarlas a su destino. El transporte privado
sería con automóviles silenciosos impulsados por electricidad. Para los
trayectos cortos en la ciudad o cercanías, creían que se habrían difundido los
cinturones-cohete para dar saltos…
La ciudad según los
urbanistas estaría dotada de espacio, aire, torres soleadas, avenidas
arboladas, fuentes de alegres surtidores y parques de verde césped. En la zona
central metropolitana estaría prohibido el tránsito de vehículos e instalado un
sistema subterráneo de cintas transportadoras para llevar las mercancías dentro
y fuera de la ciudad. Con arreglo a esos planes, los moradores de los suburbios
llegarían a la urbe en grandes trenes provistos de neumáticos o en "racimos"
transportados por helicópteros capaces de volar en cualesquiera condiciones
atmosféricas. Después, los monorrieles les llevarían al centro, donde las
aceras movibles les acercarían a su punto de destino en la metrópoli prevista
para hoy.
En comunicaciones los
expertos prometían adelantos asombrosos, cumplidos en parte: televisión
mundial, máquinas traductoras para conversar en cualquier idioma, teléfonos con
pequeñas pantallas para verse los interlocutores y mecanismos para seleccionar
por voz el número que se desea, y que "todos los automóviles llevarían
teléfonos”. En el hogar, la telefonía respondería a las llamadas hechas desde
la puerta y haría que el visitante sea visto desde cualquier lugar de la casa.
El teléfono manejaría los utensilios domésticos, cocinaría las comidas, pondría
en marcha la calefacción o el aire acondicionado, todo ello a distancia.
En medicina se anunciaba la
total victoria contra el catarro y las infecciones respiratorias, que habrían
pasado a la historia médica. Los facultativos se ocuparían más tiempo de
prevenir que curar las enfermedades. Una simple inyección o una sola píldora
bastarían para inmunizar contra todas las dolencias transmisibles, contando
incluso con vacunas anticancerosas. Suponían que hacia fines del siglo XX se
habría descubierto la curación para las enfermedades cardíacas, la
arteriosclerosis y la mayoría de las afecciones nerviosas. Los progresos de la
inmunología permitirían vencer la resistencia al trasplante de tejidos,
haciendo posible el trasplante de órganos lesionados por "piezas de recambio"
humanas y hasta animales. Habría pastillas para retardar el envejecimiento y
una cirugía a indolora e incruenta con una "varita mágica" ultrasónica para
anestesiar tejidos y cauterizarlos con un “pegamento” quirúrgico, en vez de las
actuales suturas.
El ímpetu en aquellas
décadas dirigido hacia la conquista espacial produjo los mayores desvaríos
sobre el futuro. El mismo Dr. Wernher von Braun sostenía que "habrán pasado
apenas tres años- cuando tres norteamericanos vuelen en torno a la Luna y
regresen a la Tierra (profecía cumplida en 1969 con 2 años de retraso)”. Su
optimismo se desbordó para las décadas siguientes: “Para 2004, los viajes a
la Luna se habrán convertido en cosa de todos los días. Nuestras más audaces
aventuras, que tendrán como escenario el espacio que rodea al planeta, acaso se
realicen antes de lo que pensamos. Creo que dentro de cuarenta años habrá
astronautas que explorarán los rincones más remotos de nuestro sistema solar”.
Otros científicos acertaron al indicar que circularían por el espacio
satélites artificiales de todo tamaño, empleo y nacionalidad, a poca altura
para captar mensajes y a mayor distancia como puestos de enlace para las redes
mundiales de teléfonos y de televisión. Supusieron ilusoriamente que
transportarían tripulaciones y pasajeros humanos en laboratorios de
investigación científica, talleres de servicio interplanetarios o estaciones
terminales para viajes a la Luna, Venus, Marte y quizá más lejos. Concluían,
sin advertir que los presupuestos se redirigirían nuevamente a financiar la
guerra y no a invertirse en justicia, solidaridad, educación y ciencia, que “el
hombre se encuentra ya en plena conquista del sistema solar”.
Quizá más que errar los
expertos de los años ’60, ha sido la Humanidad quien se ha entretenido
demasiado en campañas militares en lugar de construir un planeta más pacífico,
más fraternal y más feliz. Tal vez podamos recuperar las décadas perdidas.
Víctor Hugo previno
que “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles, es inalcanzable; para
los temerosos, lo desconocido; para los valientes, la oportunidad”, y Simone de
Beauvoir nos alertó: “Interésate por el futuro porque ahí es donde pasarás el
resto de tu vida”.
Bajo los nombres de
previsión y de tradición, el futuro y el pasado, que son perspectivas
imaginarias, dominan y limitan el presente. Dicen que el futuro es de los
desilusionados… pero optimistas. Muchos creemos que este mundo es una profecía
de futuros mundos. El porvenir es preparar a la Humanidad para lo que no ha
sido nunca. El futuro no es un regalo, es una conquista, y la educación es el
factor dominante para la esperanza.
Si nunca pensamos en el
futuro, nunca lo tendremos. Un hombre sin un sueño y un plan, es un hombre sin
futuro. Una Humanidad regida por una Ética de Paz reconstruirá la Utopía. El
futuro está en nuestras manos. El futuro es ahora. Nosotros somos el futuro.
Publicado
en
Foros EITB (24-3-2004),
Carta-Traca nº
72 (Sección propia en Galicia Información
24-3-2004),
CyberEuskadi (Columna diaria, 24-3-20,
Kaos en la Red (24-3-2004),
El Debate (IblNews, 24-3-2003, comentarios),
Foro Republicano (24-3-2004),
Sr. Director (24-3-2004),
Vistazo a la Prensa (24-3-2004),
Portal Miami (24-3-2004),
Vorem (24-3-2004), Revista Pangea (24-3-2004), Uribe Kosta Digitala (24-3-2004), E-Valencia (Remitido por Cercle Obert de Benicalap, 25-3-2004), PP Nunca
Más (25-3-2004), Ávila Red (26-3-2004), Ecología Social (30-3-2004), Periodismo Católico (2-4-2004), E-Cristians (15-4-2004), Boletín Informático de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico (20-4-2004),...
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