Es permanente el
debate sobre la financiación de la prensa escrita. Para un ciudadano de la
calle, un diario debe nutrirse principalmente por dos vías principales y
complementarias: los compradores de sus periódicos y la presencia de
publicidad. Para incrementar el número de lectores lo habitual es que la
línea editorial trate de sintonizar con la mayoría social de la ciudadanía
a la sirve con su opción informativa. La etapa del PP parece que ha
convertido en obsoleto el anterior supuesto. Volveremos sobre ese punto,
pero antes analicemos la segunda fuente de sostenimiento económico: la
publicidad.
Se
solapan al respecto dos opiniones simultáneas y contrapuestas: el criterio
mayoritario que considera que aparecen demasiados anuncios frente a la minoritaria creencia
opuesta. Como simple lector de una docena de periódicos, defiendo la
publicidad en prensa. Esta apreciación es más generalizada de lo que
suponemos. De siempre hemos sido muchos quienes nos quejábamos de que en
revistas especializadas, por ejemplo de informática por no citar a Playboy,
aparecían demasiados a
rtículos que quitaban páginas a la valiosa
publicidad. Por otra parte, existen diarios de extraña implantación en
determinados territorios, cuya inexplicable presencia sobredimensionada
sólo se justifica por el interés de su publicidad. En Euskadi, y en Bizkaia
en particular, existe un diario cuya filiación política desmesuradamente
provocativa contra la sociología vasca le condenaría irremisiblemente a la
marginación, si no fuera por su notable e instalada cartera de anuncios,
que abarca desde esquelas hasta asuntos inmobiliarios, pasando por los
clasificados denominados eufemísticamente de “relax”, económicamente
suculentos aunque éticamente impresentables para llevar diariamente a los
hogares. Sin conocer las tarifas publicitarias y su variación entre los
diversos periódicos, es fácil suponer que si la publicidad captada por
todos ellos fuese pareja, la difusión comparativa de las diferentes
cabeceras cambiaría pronunciadamente, a pesar de los factores de inercia
por los que una potente editora mantiene más periodistas, y quizá mejor
pagados, que acaso ofrezcan mayor cobertura en secciones decisivas como la
información local o la deportiva.
En una democracia
consolidada convendría que la “opinión publicada” no se viese favorecida
por apoyos furtivos (vía otras concesiones o determinada publicidad) que no
sean los que provienen directamente de los lectores que prefieren dicho
medio, y de la publicidad anexa que ello conlleva. El alejamiento de los
editorialistas del sentir mayoritario de una sociedad, por intereses
advenedizos y sectarios, distanciados de una función periodística
transparente, debe pasar factura tarde o temprano. Según las últimas
mediciones del Estudio General de Medios, El Correo registró una monumental
caída del número de lectores durante el pasado año, descendiendo en 50.000
compradores, lo que le aparta definitivamente de la lista de los diez
periódicos más leídos del Estado, tras ser superado por La Voz de Galicia y
por los diarios gratuitos Metro y 20 Minutos, estos dos últimos aún no
distribuidos en el País Vasco. Esta bajada contrasta con la ligera subida
del Diario Vasco (de la misma editora pero de actitud menos radical), con
el mantenimiento de GARA y con las remontadas de DEIA y el Diario de
Navarra, que mejora en 40.000 ejemplares diarios, además de otras
espectaculares alzas en el sector audiovisual de EITB, que cierra el 2003
con sus mejores datos de audiencia al alcanzar los 343.000 espectadores
diarios para el primer canal y 942.000 para el segundo.
Desde los periódicos
en declive se sigue acusando de “prensa del partido” a otros medios
ascendentes, sin reconocer su propia y manifiesta servidumbre. Las
direcciones de los distintos periódicos harían bien en servir
exclusivamente a estrictos intereses periodísticos de las sociedades
plurales, admitiendo opiniones divergentes, y sin adulterarse con
inmoderados servilismos partidistas. Los lectores, los anunciantes, la
sociedad y la democracia saldríamos beneficiados con ello. Es fácil suponer
que verter este tipo de opinión implicará desaparecer de determinados
medios, pero confiemos en que pronto no rija aquel dicho popular de los
tiempos de Stalin, que advertía contundentemente: "No pienses. Si piensas
no hables. Si hablas no escribas. Si escribes no publiques. Si publicas no
firmes. Si firmas, no te extrañes de lo que te pueda pasar”.
Publicado
en Estrella
Digital (17-2-2004),
Galicia Información (Opinión, 16-2-2004),
CyberEuskadi (Columna diaria, 16-2-2004),
Kaos en la Red (16-2-2004),
El Debate (IblNews, 16-2-2003),
Foro Republicano (16-2-2004),
Sr. Director (16-2-2004), Vistazo a la Prensa (16-2-2004),
Portal Miami (16-2-2004),
Revista Pangea
(16-2-2204),
Foros EITB
(16-2-2004),
Uribe Kosta Digitala
(16-2-2004),
Ávila Red (17-2-2004),
El Confidencial
Digital (17-2-2004),
PP Nunca
Más (17-2-2004), Rebelión (20-2-2004), Protección Civial (14-2-2004),...