Churchill señaló: “De
nada vale decir ‘Estamos haciendo todo lo posible’; hay que triunfar haciendo
todo lo necesario”.
Dicen que la Política es
el arte de intentar llegar al poder, mientras que Gobernar es el arte de
resolver los problemas de una nación. Ambos verbos, gobernar y hacer política,
suelen coincidir, pero no siempre. Todos sabemos la distancia que media entre
las promesas electorales y los resultados de una gestión de gobierno. ¿Por qué
existe tal abismo entre lo prometido por los partidos políticos y cómo actúan
cuando toman el poder? ¿Cómo podremos saber si van a preocuparse realmente de
nuestros intereses?
El primer paso serí
desechar y desaprobar toda exageración política de los resultados esperables.
De nada vale alimentar nuestras esperanzas mediante promesas irrealizables,
para que luego se desvanezcan y ahondar así nuestra frustración. Está de sobra
el exagerado optimismo de algunos políticos que, pensando que somos incautos,
nos prometen “pleno empleo”, “viviendas para todos”,
“erradicar la pobreza”, “eliminar la violencia” o “descontaminar el medio
ambiente”. Además, frecuentemente
desde la oposición y a la espera de alcanzar el poder, hablan
solemnemente de mantener nuestro bienestar económico, llevar a la práctica
nuevos programas sociales y, además, con presupuestos equilibrados, sin déficit
ni aumento de la presión fiscal.
La ciudadanía en ocasiones
se siente fascinada por cantos de sirena, lo que anima a alguna clase política
a seguir entonando himnos triunfales. Todo cambiaría si fuésemos más los que
respondiéramos a esta música celestial con bostezos y diciendo: “Muy bien, pero
dennos plazos para la realización por fases de todo ello”. A los políticos de
las promesas, debería juzgárseles por los resultados alcanzados y el grado de
cumplimiento de objetivos concretados.
Un ardid habitual recurre
a las palabras en lugar de los hechos. Los políticos han aprendido el arte del
“pseudo-acto”, la promesa en formato de leyes. Aprueban leyes para satisfacer
la opinión pública, pero después se incumplen de forma interminable. Los
programas se formulan, para luego aprobarlos sin financiación adecuada, sin
competencia legislativa o, incluso, con soterrado ánimo de incumplimiento
parcial. Por tanto, debemos aprender a fijarnos en los resultados de
resolución de los problemas sociales existentes.
Rechacemos la maraña
de promesas electorales que no venga acompañada de plazos temporales y de la
palabra del político de responder con el abandono de su cargo en caso de
incumplimiento en el tiempo previsto. Ello aseguraría que resultase menos
tentadora la técnica de la promisión a los aspirantes a cargos públicos. Los
ciudadanos podríamos diferenciar cada vez mejor a los partidos según lo que
realmente consiguen en la administración pública. No es que los partidos
políticos sean mentirosos, sino que sólo enfrentándose con la fuerte presión de
un electorado vigilante estudian, elaboran, verifican y replantean
continuamente los programas dirigidos a solucionar nuestras necesidades más
profunda mediante proyectos factibles con los recursos disponibles.
Mejor que acudir a los
actos electorales de campaña de promesas, cursemos una visita a un centro
público de educación y a un hospital público. ¿Sería mejor la educación con
otros gobernantes? ¿La sanidad mejora la atención y recorta los plazos de
espera? Facta, non verba
(Hechos, no
palabras). Racionalicemos
nuestro aplauso -y nuestro voto- con esmero. Los mejores partidos son
los que representan algo más que una simple maquinaria electoral; son
aquellos que presentan soluciones verosímiles y practicables para solventar
gradualmente los desequilibrios y las injusticias sociales.
Fomentemos la máxima participación de la
ciudadanía en los asuntos públicos, y en la vida interna de los partidos para
quienes deseen una intervención directa, aunque sea modesta.
Para el bienestar de un Pueblo es mucho más eficaz la fiscalización ciudadana
que la crítica indiscriminada contra todo lo político. No es complicado ejercer
esa labor de inspección. La calidad de un partido o un gobierno se tasa por su
preocupación en temas escolares u hospitalarios, o por su búsqueda de la
paz como cuestión final del examen político;
la medida de una Nación o de una Sociedad se evalúa estimando cómo cuida y protege a
los más desvalidos. Así de fácil.
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a partir del 8-11-2004 en
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