Asesinar para defender un
ideal no es defender un ideal, es asesinar.
El 30 de
mayo se cumplirá un año desde el último asesinato de ETA, cuando mató vilmente
a Julián Embid y Bonifacio Martín, en Sangüesa (Navarra). Aparte de la tregua,
delimitada por los homicidios de Manuel Zamarreño en Rentería y de Pedro
Antonio Blanco en Madrid, entre el 25-6-1998 y el 21-1-2000, sólo en 1970 hubo
un periodo tan extenso sin ETA.
El declive de ETA es
debido a una confluencia de motivos, pero indudablemente la causa última de
todas estas razones radica en el rechazo social y la náusea universal que
provocan sus acciones, tanto dentro como fuera de Euskadi. Su manifiesta
decadencia operativa, en brutales asesinatos y en fenómenos asociados como la
violencia callejera (1.113 sabotajes en 1996), es quizá preludio de su final, y
constituye la mejor noticia que puede recibir la ciudadanía pacífica, con
independencia de su ubicación geográfica o sentir político.
ETA puede
contribuir al futuro de Euskadi,… desapareciendo definitivamente. Su creciente
gusto por los comunicados extensos sustituyendo a armas y explosivos, deberían
llevarles a la elemental conclusión de que su opinión sólo podrá ser escuchada
y respetada cuando ellos dejen de acosar y disparar a quienes discrepan de sus
posiciones políticas.
El fin del
akelarre
etarra traería verdaderamente la “construcción nacional” después de tanta
“destrucción racional” y “obstrucción pasional”. Significaría, en primer lugar,
una catarsis ética colectiva para todo un Pueblo, el vasco, que ha sido
injustamente mezclado con esta aberración moral. La paz sin ETA liberaría a
millares de personas, actualmente bajo la despiadada violencia de persecución,
y constituiría una restitución a las incontables víctimas de esta desgracia.
Incluso sería un alivio y un respiro para el colectivo de personas encarceladas
por pertenencia a ETA y de sus familiares, que comprobarían la generosidad de
la sociedad actual ante la superación del anacrónico fenómeno del terrorismo en
la Europa del siglo XXI.
Adicionalmente, la disolución de ETA permitiría la normalización política de
Euskadi y de los Estados español y francés. Implicaría la legitimidad de todas
las candidaturas partidistas y el debate abierto de ideas y opciones políticas,
por la vía del diálogo y la negociación, que siempre son imparables cuando se
sustentan democrática y pacíficamente en la mayoría social de un Pueblo.
Finalmente, la extinción de ETA generaría la
valiosa recuperación de los ingentes recursos humanos y presupuestarios
actualmente destinados a esta fatalidad, que permitirían atender desatendidas
necesidades sociales e incrementar la solidaridad entre person as
y Pueblos del mundo.
Los vascos hablamos de lo
que nos duele. Un proverbio vasco dice: “Non mina, han mihia” (Donde el
dolor, allí la lengua). Euskadi no merece ser un trozo del infierno terrorista,
ni la maldición de esperar sin esperanza. Siempre hemos sabido qué anhelamos,
qué perseguimos y qué conseguiremos. Ya vemos la luz al final del túnel.
Próxima parada: la PAZ.
Publicado en
Gaur Egun (25-5-2004),
CyberEuskadi (Columna diaria, 25-5-2004),
Kaos en la
Red (25-5-2004, genera mucha polémica con 26 comentarios),
El Debate (IblNews,
25-5-2003, comentarios y alguno de ánimo),
Foro
Republicano (25-5-2004, comentario),
Sr. Director (25-5-2004), Vistazo a la Prensa (25-5-2004), Portal Miami (25-5-2004),
Vorem ('Veremos' en valenciano,
25-5-2004),
Foros EITB
(25-5-2004, comentarios),
Uribe
Kosta Digitala (Colaboración diaria, 25-5-2004),
Revista Pangea
(25-5-2004, colaboración habitual),
Empresa E-Familiar
(25-5-2004), Que se vayan todos (Boletines de diversos medios, recensiones frecuentes, 25-5-2004), Estrella
Digital (26-5-2004),
E-Galicia Diario Digital (26-5-2004), Carta-Traca nº
103 (Sección propia en Galicia Información 26-5-2004),
Nunca Más
(26-5-2004), Prensa Libre (Principal periódico de Costa Rica, 27-5-2004), Ávila Red (28-5-2004),
InfoNorte Digital (Canarias, 30-5-2004),...
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