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Susurros políticos
Mikel Agirregabiria
Agirre
La clase política bien podría aprender de la
infancia.
Cualquier docente de Educación Infantil sabe que, cuando un problema de afonía
le aqueja, sus escolares se acomodan inmediatamente y le contestan con
bisbiseos a la comunicación susurrada por la maestra. No hay aula menos
bulliciosa que aquella en la que la profesora apenas puede hablar. Esta lección
de la escuela podría ser aprendida por la clase política. |
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Algunos
políticos han pervertido en gran medida su acción representativa, por un exceso
de engreimiento que les hace soberbios e ineficaces. La administración pública
es esencial para una sociedad moderna, y su ejercicio favorece y facilita la
vida de toda la ciudadanía. Pero la acción de las instituciones y de los
poderes públicos, la ejercen fundamental y básicamente sus funcionarios y sus
empleados. El ministro de turno no paga las pensiones, sino que éstas son
recaudadas entre los trabajadores cotizantes, canalizadas por funcionarios y
reintegradas a la misma ciudadanía que las proveyó. El “servicio público”
funciona porque miles de educadores, sanitarios, bomberos o barrenderos
trabajan diligentemente día tras día, y no por un puñado de políticos que
acaparan los informativos insultándose y discutiendo entre ellos.
Complacidos dirigentes se
creen salvadores (si no salvapatrias, que es peor), cuando en muchas ocasiones
su aportación real al bienestar general es mínima o incluso negativa. Una
precisa medida de la “inutilidad política” es el protagonismo que se
auto-concede un mandatario, o la medida de lo que vocifera. La política es el
arte de convencer, de negociar, de dialogar. El foro de la política se llama,
no casualmente, “Parlamento”. Un político que no sepa hablar, no vale para esta
noble profesión. El preclaro Unamuno sentenció: “Los hombres gritan para no
oírse. Eso de que por más chillar se tenga más razón, resulta, de hecho, una
tontería”.
La legislatura que ahora
termina ha sido una gritona algarabía desde la insolencia despectiva de la
altanería. El peor aprendizaje para un nuevo siglo de la tolerancia. Un pésimo
espectáculo brindado por unos malos políticos remedando a Rudyard Kipling, en
su pesimista mensaje de “Todos somos islas, gritándonos mentiras unos a otros,
a través de mares de incomprensión”.
Hay dos clases de personas:
Las que tienen algo que decir y las que tienen que decir algo. En la política
abunda la segunda categoría, la de hombres que no tienen nada importante que
decir, pero lo dicen a voces. El saber y la razón hablan; sólo la ignorancia y
el error gritan. Un proverbio irlandés, válido para la política, asegura que
“los suspiros llegan más lejos que los aullidos”. Las acciones de los políticos
anuncian más fielmente que los bramidos su gestión: ¿qué resultados en paro, en
vivienda, en seguridad, en educación, en sanidad, en solidaridad o en
democracia?
Las exclamaciones deben
quedar reservadas a ¡eureka, eureka!, o a ¡tierra!, propias de los
descubrimiento. Señores políticos: Aprendan a hacer política sin berrear. Basta
de gritos de ¡fuego!, ¡al ladrón! o ¡que viene el lobo!, para obligar al pueblo
a la única opción de proferir "amén". Queremos una política inteligente,
conducida desde el sosiego y el pacto, como una susurrante brisa sutil y gentil
que actúe para bien… no de ustedes, sino de la comunidad.
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Publicado en
Kaos en la Red (10-2-2004),
CyberEuskadi (Columna diaria,
11-2-2004), El Debate (IblNews,
10-2-2003),
Foro Republicano (10-2-2004),
Sr. Director (10-2-2004), Vistazo a la Prensa (10-2-2004),
Portal Miami (10-2-2004),
Uribe Kosta Digitala (10-2-2004), Foros EITB (10-2-2004), PP
Nunca Más (11-2-2004), Ràdio Klara Lliure i Llibertària (12-2-2004), Revista Pangea (12-2-2004), InfoNorte Digital (Canarias, 13-2-2004), Sin Columna (16-2-2004), Ávila Digital (1-2-2004), E-Cristians (4-3-2003),...
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