Eric Berne (1910-1970) fue un psiquiatra de
reconocido prestigio que desarrolló una teoría de la personalidad, conocida
mundialmente como Análisis Transaccional (A.T.), basada en los Estados del Yo,
las transacciones humanas, los juegos psicológicos y los guiones vitales. De
amplia aplicación ulterior, sus técnicas resultan muy valiosas para el
crecimiento y la mejora personal y grupal. Presentaremos un compendio de sus
fundamentos, que podrán sernos provechosos para comprender mejor la naturaleza
de las relaciones humanas. La filosofía subyacente en el A.T. parte de la
premisa de que “todos nacemos bien”, como sugiere el subtítulo que Berne
acostumbraba a repetir. Todos disponemos de un incalculable potencial humano
que podemos desarrollar, y cada uno es principal responsable de su propia vida,
decidiendo, para bien o para mal, lo que hace con ella. Podemos progresar si
empleamos debidamente los recursos personales y colectivos que están a nuestro
alcance.
Para el desarrollo de
habilidades sociales en la comunicación, el A.T. sugiere una estructura de
personalidad P.A.N (Padre-Adulto-Niño), en tres instancias o triple Estado del
Yo: el Padre, el Adulto y el Niño. Son patrones diferenciados de sentimientos,
pensamientos y comportamientos de diverso origen biológico e histórico y de
distinta vivencia interior. Este esquema es la base de toda la doctrina de la
personalidad inacabada y en proceso de desarrollo, que mostrará los modelos de
comunicación y el tipo de transacciones entre estos tres personajes internos
que todos llevamos dentro.
El “Yo Padre” es ese
personaje que aparece cuando hablamos como creemos que lo harían nuestros
padres. Es la pauta que nos asemeja a la figura parental, que grabamos de
pasada experiencia familiar. Adopta dos instancias, la del Padre Influyente o
Normativo que dirige y es firme en sus preceptos, o la del Padre Generoso, que
ayuda, aconseja y tranquiliza, incluso en exceso con paternalismo. Las
manifestaciones del Padre son frases estereotipadas, refranes, órdenes,
adjetivos calificativos, juicios de valor,... como "Eso no se hace", "Porque lo
digo yo", "Eso es ridículo", "No haces nunca nada bien", "Hazlo así",… con
tonos de voz fuertes, como puntualizando (o bien envolvente en el Padre
Acogedor). Los gestos son apuntar con el índice, desaprobar negando con la
cabeza o aprobar asintiendo con la cabeza, dar una palmada en la espalda,...
Las actitudes corporales son de manos sobre las caderas, mirar de arriba a
bajo, cruzar los brazos sobre el pecho, meter la barbilla entre la mano, o
extender los brazos para abrazar,... con expresiones faciales de fruncir las
cejas, expresión de altivez o simpatía, apretar los labios, elevar las cejas,
elevar los brazos al cielo... y miradas intensas, dan miedo o envuelven,
culpabilizan o apoyan.
El “Yo Adulto” es el modo
autónomo y pertinente de comportarse ante la realidad de cada momento. Sus
manifestaciones están regidas por los estímulos y relaciones de la situación
presente, con frases que expresan hechos o preguntas y respuestas con intención
directa y clara: ¿Quién, qué, dónde, cuándo, cómo, por qué, para qué?", "¿Has
tomado una decisión?", "¿Qué esperas de mí?", "No estoy de acuerdo", "Ésta es
mi opinión, pero no es más que mi opinión", "Éstas son las ventajas y los
inconvenientes", "Me siento triste cuando dices eso"... Las actitudes
corporales son relajadas pero atentas, cabeza derecha, mirada discreta, voz
calmada,...
El “Yo Niño” es la reliquia
arcaica de nuestra propia infancia: aquel niño que fuimos. La edad típica de
nuestro Niño depende de nuestra historia personal y es diferente aún entre
hermanos que comparten el “Yo Padre”. Existen tres subniveles: el Niño
Adaptado, que rehuye las dificultades y busca la aprobación; el “Pequeño
Profesor”, creativo e intuitivo que presiente las situaciones aunque puede
equivocarse; y el “Niño Libre” que representa la creatividad y la naturalidad,
que puede ser egocéntrico. Expresiones características del Estado Niño son “¿Vale...?”,
“¡Qué rollo...!”,
“¡Qué bien!”, “La
he fastidiado”, “No sé qué más decir”,… Los tonos
de voz son oscilantes, retraídos y débiles o brillantes y excitados, con gestos
como bufar, hacer burla, gesticular, retorcerse las manos, rascarse, mover la
punta del pie, repiquetear en la mesa, manosear un lápiz, dibujar durante una
reunión,... Las sensaciones son de nerviosismo o bienestar, risas, sonrojo o
palidez repentina,... con actitudes corporales como las piernas recogidas bajo
la silla, los pies en la mesa, desplomado, agitado, gracioso, deprimido,... con
miradas cómplices, suplicantes o sonrientes, moviendo los ojos a derecha o a
izquierda, o avergonzado con los ojos bajados,...
¿Hemos reconocido a nuestros
tres Yos? ¿Cuál predomina? ¡Que no falte ninguno! Lástima no poder seguir,
contando qué pasa cuando nuestro Niño habla con el Padre/Adulto/Niño de nuestra
Pareja (- Lo siento pero me parece que otra vez he perdido las llaves. –
Siempre eres un descuidado/ ¿Has mirado en la entrada?/ Pues te fastidias), o
cuando a una pregunta del Adulto de nuestro interlocutor le responde nuestro
Padre/Adulto o Niño (-¿Dónde está el periódico? – Nunca sabes dónde dejas las
cosas/ Creo que en la sala/ Yo no lo he perdido). Quizá continuemos otro día,
pero las posibilidades de interpretación de la comunicación que ofrece el A.T.
esperemos que hayan quedado expuestas.
Publicado
en CyberEuskadi (Columna diaria,
20-2-2004),
Kaos en la Red (20-2-2004),
El Debate (IblNews, 20-2-2003,
comentario),
Foro Republicano (20-2-2004),
Sr. Director (20-2-2004), Vistazo a la Prensa (20-2-2004),
Portal Miami (20-2-2004),
Foros EITB (20-2-2004),
Uribe Kosta Digitala (20-2-2004), Noticias de Salamanca (24-2-2004), E-Familiar (23-2-2004), Rebelión (24-2-2004), Ecología Social (3-3-2004) PDF, Ávila Digital (8-7-2004),...