Mikel Agirregabiria Agirre

21 marzo 2004

Subiendo por la pirámide


La teoría de la motivación más aceptada aplicada a la política

El psicólogo judío neoyorquino Abraham Maslow (1908-1970) desarrolló una teoría sobre la jerarquía de la motivación conocida universalmente como la “Pirámide de Maslow”, con cinco categorías que estratifican los deseos humanos.

Nivel 1º: Necesidades fisiológicas o básicas. Son todas las exigencias primarias que han de resolverse para la mera supervivencia: alimentación, vestido, vivienda, sexo, salud, empleo, educación,… Gran parte de la Humanidad todavía se encuentra sin superar este primer grado de condiciones vitales, tanto en el Tercer Mundo como en la trastienda de los países avanzados (nuestro Cuarto Mundo).
Nivel 2º: Necesidades de seguridad y de protección frente a peligros o amenazas. Están relacionadas con las necesidades de afianzar las posesiones del primer grado, garantizando la protección física, el orden, la estabilidad,... El debate político aún se dilucida en este plano, con un espectro compensatorio delimitado por dos polos: el conservador o el igualitario.
Nivel 3º: Necesidades de amor, estima social y sentimiento de pertenencia. Son necesidades de pertenencia a grupos u organizaciones de actividad social, política, deportiva o cultural, a fin de mantener el contacto social o las amistades, siendo aceptado en los distintos círculos, dando y recibiendo afectividad y consideración.
Nivel 4º: Necesidades de respeto, prestigio, competencia, reconocimiento, status, autoestima. Sirven al mantenimiento del equilibrio personal, la auto-confianza, la autonomía, la posición social, o incluso del ego, la reputación o la fama.
Nivel 5º: Necesidades de autorrealización y desarrollo personal que surge de llegar a completar un sistema propio de valores de cada individuo, logrando las máximas aspiraciones personales. Reúne todas aquellas aspiraciones íntimas de satisfacer las más altas metas culturales, artísticas, de contribución,…

Todas las personas sentimos estos niveles de motivación, a medida que las necesidades se van satisfaciendo secuencial y consecutivamente. Pero estas exigencias humanas engloban tanto los impulsos conscientes (aproximadamente una quinta de las exigencias) como la mayor parte de las necesidades inconscientes. A este efecto de ocultación se le denomina “el iceberg de las necesidades”.

En política también hemos de superar la dialéctica sobre las necesidades elementales, fisiológicas y de seguridad, para atender otras necesidades sociales más elevadas, como las de afecto, identidad, sentimiento de pertenencia, respeto o autorrealización individual o colectiva.

Las viejas recetas políticas, siguiendo el esquema obsoleto del conductismo, han fracasado como estimuladores sociales. La madurez de la ciudadanía demuestra el fracaso de la apelación a los esquemas rudimentarios de derecha e izquierda, o el recurso fácil a la caduca estrategia del miedo. Sólo una acción política más contemporánea, propia de un ilusionante siglo XXI y basada en las más modernas teorías cognitivas, será eficaz en la movilización individual y en la canalización colectiva de los recursos humanos. Superemos la decadente confrontación partidista para caminar conjuntamente sobre bases de solidaridad y fraternidad, aprovechando la tendencia humana hacia la ética y la estética. Tom Clancy, en “Deuda de Honor”, asegura: “El ser humano es una criatura de esperanza e inventiva, y ambas cualidades desmienten la idea de que no es posible cambiar el mundo”.